Alcides Jiménez Chicangana (1949-1998)
Sacerdote nacido en
un humilde hogar campesino en la Bota Caucana, entregó todo su entusiasmo,
alegría y sufrimiento a la región del Bajo Putumayo, teniendo como sede de
trabajo Puerto Caicedo.
Su esperanza estaba centrada en que el cambio social
que requería el país debería tener como protagonista a un pueblo que define su destino de forma autónoma teniendo como referente el plan de Dios y los
principios cristianos.
Para Alcides, la mujer era eje central del desarrollo;
era un convencido y promotor a brazo partido del respeto por la naturaleza; el
trabajo campesino debería privilegiar la agroecología: protección al suelo, del
agua y del aire; producción diversificada; no a la destrucción y, por ello, no
a los agroquímicos y a las fumigaciones, no a los monocultivos: la coca, la
palma aceitera y otros; no al capitalismo salvaje y a las multinacionales; no a
las privatizaciones de lo que es y tiene que ser del pueblo (recursos
naturales, agua, tierra, minas). Que los proyectos sean prácticos, sostenibles,
apropiados y que apoyen a las comunidades en su camino de autodeterminación.
Alcides era un líder entregado a su gente y con ella un defensor a ultranza de
la naturaleza. No soportaba que la gente sencilla fuera ultrajada; era uno con
ellos; levantaba su voz ante la injusticia y ante los atropellos. Reclamó en
distintas oportunidades a la guerrilla de las FARC que no obligaran, bajo las
armas, a los campesinos a cultivar la coca y a realizar marchas en defensa de
tales cultivos. Condenó también que ese grupo guerrillero reclutara a la fuerza
a jóvenes campesinos.
Alcides fue amenazado por la indeclinable defensa de la
gente con quien trabajaba y por la protección de la naturaleza. Sentía temor
por su vida, hizo consultas, se le recomendó ausentarse por un tiempo del Bajo
Putumayo, permanecer algunos meses en el Chocó, donde tenía grandes amigos, o
ir a intercambiar experiencias con los indígenas del CRIC en el Cauca, pero
como en un poema que él escribió, señaló:
"... porque para estos hombres (como
él) no se conoce descanso ni reposo así es el caminar de los que han hecho
camino pero tienen que mejorarlo poco a poco Aquí vamos: ni muertos ni
vencidos..."
El 11 de septiembre de 1998, último día de la Semana por la
Paz, Alcides sintió la muerte en los talones; lo habían visitado en la mañana
unos desconocidos que lo dejaron intranquilo todo el día. Su tradicional
alegría había desparecido, la olla común de ese día especial no tuvo en él su
tradicional animador, se le sentía ausente.
"En la eucaristía de las seis de la tarde, cerca del
ofertorio, Alcides comenzó a sospechar de la intención de dos personajes
desconocidos, que habían llegado con ponchos blancos y empezó a ponerse
nervioso: se quitaba las gafas y las limpiaba, empezó a decir cosas
incoherentes y a balbucear. Ya había vertido el vino en el cáliz y lo había
dejado sobre la mesa. De pronto uno de los individuos avanzó por el costado
izquierdo de la capilla. El padre lo miró y se quedó estático. Más o menos
hacia la mitad del recorrido, el sicario desenfundó un arma y le hizo el primer
disparo, pero no logró hacer blanco. Evangelina, una de las asistentes, anciana
morena que tenía por costumbre cantar en el coro de la iglesia, corrió y trató
de interponerse entre el asesino y el padre, siendo alcanzada por un impacto y
cayendo malherida. Los disparos seguían. Alcides levanto el misal e intentó
protegerse detrás de él... Un disparo alcanzó el cáliz con vino a la mitad,
atravesando su empuñadura... Otros disparos alcanzaron el misal que le servía
al padre como escudo, destrozándolo parcialmente. Al parecer, ninguno de los
disparos hechos en la capilla hicieron blanco en él, que salió corriendo a
través de la sacristía al patio interior de la casa cural. Allí, debajo de un
árbol de zapote, fue acribillado con dieciocho impactos de bala".
Todo parece
indicar que las FARC no perdonaron a Alcides su crítica franca a los métodos
coactivos y de intimidación que este grupo guerrillero imponía a los campesinos
de la región. Las FARC nunca reconocieron el asesinato de este líder religioso
y social que contaba con todo el cariño de su gente por su entrega, su alegría,
su denodada defensa de la naturaleza, su búsqueda de la justicia.
Años
después, un discípulo de Alcides, el promotor campesino Eugenio Mejía, fue
asesinado frente a su familia por paramilitares, porque exigía respeto para la
comunidad donde trabajaba.
Año tras año se celebra en Puerto Caicedo un
Festival por la Vida, la Naturaleza y la Solidaridad en memoria y homenaje a
Alcides. Los proyectos agroecológicos continúan con vigor y se han extendido a
otros municipios de la región.
Jaime H. Díaz A. PhD, PUEBLO DE DIOS: MIRADAS Y CAMINOS Vaticano II y Teología de
la Liberación (kénosis)
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