"No hay perspectiva para el futuro y lo más triste es que el pueblo se está acostumbrando a vivir mal”.
"Quería
ofrecerles un café, pero hoy no tengo nada". El desahogo es de una madre
al recibir visita en su casa en la región de Barlovento, Estado de Miranda, en
Venezuela. La situación económica, política y social del país es tan complicada
que resulta difícil entender. Con amplios poderes, el gobierno de Nicolás
Maduro, siguiendo a su mentor, Hugo Chávez, controla todas las instituciones e
impone su ideología. Tal vez por eso hay personas que todavía defienden la
Revolución Bolivariana. Sin embargo, crecen las críticas, no sólo de la
oposición, sino también en sectores de la izquierda y entre la población en
general que más sufre las consecuencias de una gestión económica desastrosa.
"No
hay perspectiva para el futuro y lo más triste es que el pueblo se está
acostumbrando a vivir mal. Venezuela es un país anestesiado por un conformismo
generalizado". Este análisis del monseñor Adán Ramírez, Canciller de la
Curia en Caracas, revela el estado general de ánimo.
A
pesar de todo, hay gente esperanzada en un cambio a corto plazo, pero falta un
líder para canalizar esa esperanza en un proyecto alternativo. La última
manifestación de la población ocurrió entre mayo y julio de 2017 cuando fuerzas
militares reprimieron con violencia prendiendo más de 300 personas. Otros 115
manifestantes fueron muertos.
La
situación ya precaria viene empeorando con mucha rapidez. Aunque el país tiene
grandes reservas de petróleo, la hiperinflación ha hecho que la economía sea
inviable. Para tener una idea, el salario mínimo es de 3 millones de bolívares
(equivalente a 1 dólar) sumando el cestaticket
de alimentación, el valor sube a 5 millones de bolívares (alrededor de 1,50
dólares). Sin embargo, 1 kg de pollo cuesta 4 millones; 1 kg de carne 8
millones; 225 gramos de leche en polvo: 2,8 millones. Por otro lado, 1 litro de
gasolina común cuesta sólo 1 bolívar. Para adquirir la canasta básica alimenticia
se necesitan 620 salarios mínimos.
Cada
dos o tres meses, el gobierno ofrece a las familias censadas una caja de comida
por medio de los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción), que
incluye 2 kg de arroz, 2 kg de azúcar, 3 kg de harina y 1 litro de aceite, en
ocasiones un 1kg de fríjol.
La
corrupción y la escasez de productos de primera necesidad afectan a la
población que ya sufre la falta de electricidad, agua, gas, transportes,
medicamentos y servicios públicos. Sin perspectiva de empleo millones de
venezolanos emigraron, especialmente los jóvenes y profesionales. Casi todas
las familias tienen alguien en el extranjero. Muchos padres parten dejando a
los niños con los abuelos o tíos.
Para
el Cardenal Baltazar Porras Cardozo, arzobispo de Mérida y administrador
apostólico de Caracas, el país está sin fuerzas para reaccionar. "Los
partidos de oposición están inhabilitados, los principales líderes están presos
o han tenido que huir hacia el exterior. Las instituciones son controladas por
el gobierno que también domina la economía. El miedo es grande, sobre todo
entre la juventud que anda desilusionada". El Cardenal Baltazar destaca el
desafío para la Iglesia: "reanimar la esperanza y la fe del pueblo para que
crea en una salida, además de trabajar el odio de las personas fruto de la vida
polarización acentuada".
Venezuela
tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, pero ese es el único motor de
la economía, representando más del 95% de los ingresos de exportación. En 2014,
el barril de petróleo se negociaba a 115 dólares. Hoy, se estima en 70 dólares
el barril, después de caer a 26 dólares en 2016. El gobierno de Maduro acusa a
la “burguesía” de montar una estructura económica que no favorece el
desarrollo. Otro enemigo siempre citado en las explicaciones del presidente son
los Estados Unidos, que interfieren para desestabilizar.
EL IMC EN VENEZUELA
En
Venezuela actualmente trabajan 13 misioneros de la Consolata en Barlovento
(Panaquire, El Clavo, Tapipa), en la Arquidiócesis y ciudad de Barquisimeto con
un Centro de Animación Misionera, en el Vicariato de Tucupita entre los
indígenas Warao (Tucupita y Nabasanuka), y en Caracas, sede de la Delegación,
con el seminario Propedéutico y Filosófico y la Parroquia de Carapita, en la
periferia.
Además
de ir al encuentro de las necesidades materiales, los misioneros se preocupan
en mantener viva la esperanza del pueblo siendo presencia de consolación
espiritual.
Los padres
kenianos, Charles Gachara Munyu y Silvanus Ngugi Omuono, pastorean tres parroquias
en Barlovento, en la diócesis de Guarenas, región a 100 kilómetros de Caracas
controlada por grupos armados que operan con impunidad en las zonas “hampa”,
sin la presencia del Estado. Los misioneros explican que para visitar las 36
pequeñas comunidades deben avisar a los jefes de los grupos para no correr
riesgos.
La
carretera nacional que da acceso a Tapipa, Panaquire, y El Clavo, también es
controlada. "Con frecuencia somos parados por los" malandros
"(como son llamados los muchachos) que amenazan y llevan objetos de
valor", cuenta P. Silvanus. Él ya tuvo el arma apuntada en la cabeza
cuatro veces, en una de ellas estaba con el obispo. "Pensé en dejar el
país, pero no vine aquí para mi seguridad. Creo que fue Dios quien me envió y
por eso Él me va a proteger. Viendo la situación del pueblo y sintiendo que
aprecian nuestra presencia retomo el coraje para seguir", testimonia el padre.
"Cuando asumimos la misión tenemos que dejarnos guiar por el Espíritu,
tener un corazón abierto al pueblo, aprender de la realidad para contribuir con
lo que tenemos. Nuestra cultura es diferente, pero la contribución que damos es
crear y formar las comunidades de base que en Kenia son fuertes".
Esta
es la principal solicitud de los líderes según destaca el catequista de
Panaquire, Frank Rondón. "Necesitamos formar ministros de la Palabra y de
la Eucaristía, catequistas y capacitar a otros líderes para asumir los trabajos
en las comunidades y no depender en todo de los sacerdotes".
En
la diócesis de Guarenas existen cinco parroquias sin párrocos y los misioneros
de la Consolata que ya cuidan de tres estudian la posibilidad de asumir una
cuarta parroquia en Caucagua a 15 km de Tapipa.
PASTORAL AFRO
En
Barlovento la población es afroamericana. “Después de más de 30 años de
presencia podemos enfatizar lo específico: la Pastoral Afro”. Es necesario
crear conciencia de que ser afro tiene su valor e integrar eso en la vivencia
de la fe cristiana con incidencia en la sociedad, en la política, educación y
salud", destaca P. Charles, que es maestro en Teología Bíblica. "Este
es un proceso lento, pero hay que hacer alianza con otras organizaciones para
lograr los derechos. Por muchos años, la Iglesia no reconoció la identidad afro
del pueblo. Nuestra presencia es signo de esperanza, pero todavía tenemos que
trabajar las resistencias ", observa el misionero, en el país desde 2002.
Los misioneros no sólo piensan en
los sacramentos. "No importa si vamos a celebrar misas o simplemente hacer
una visita. El hecho de pasar en la calle para que nos vean ya es suficiente
para decir que no están solos. El pueblo valoriza mucho la amistad",
complementa a P. Charles.
Edwin Ruiz, uno de los
coordinadores de la Pastoral Afro, explica que “el objetivo es rescatar la
identidad y los valores de la cultura que a lo largo de la historia han sido
negados. Para ello, es necesario trabajar la inculturación del Evangelio”. P.
Silvanus recuerda un pequeño ejemplo, pero de fuerte poder simbólico. “El mismo
toque de la campana que en el pasado se utilizaba para avisar la huida de un
esclavo, nos sirve hoy para invitar al pueblo negro a participar en las
celebraciones". La campana continúa en la torre de la Iglesia, pero
pasaron a usar la música.
La tierra es rica en producción
de cacao, que sería un potencial económico para las familias, si no fuera por
la imposición de precios bajos por parte del gobierno volviendo inviable el
comercio. “La calidad de la educación se está deteriorando, muchas escuelas han
sido cerradas y los jóvenes no están recibiendo formación profesional”, lamenta
Edwin Ruiz y complementa: "Muchas familias con niños no cuentan con la
presencia del papá, acaban en la calle donde están sujetas a la violencia,
pobreza y delincuencia. Nuestra lucha es por la vida, contra las drogas, el
alcoholismo, la inseguridad”.
SER
SIGNOS DE CONSUELO
En
visita a Venezuela, P. Stefano Camerlengo, Superior General IMC, dejó tres
palabras de aliento a los líderes. “El consuelo: que no es una idea, una
política, sino Jesucristo Salvador; Comunión: la comunidad no es solamente el
sacerdote, sino todos los que viven y trabajan por valores comunes; Liberación:
como insiste el Papa Francisco, una Iglesia en salida significa que no debemos
rezar solamente entre nosotros, que necesitamos salir para encontrar e incluir a
otros en el anuncio del Evangelio que es alegría y salvación para todos”.
El pueblo recuerda con cariño a
todos los misioneros de la Consolata que en los últimos 30 años han trabajado
en la región. Para la catequista Alejandrina Pimentel, “cada uno con su manera
contribuye con su carisma. Buscamos comprender a todos. Voy a la Iglesia por mi
fe y no por el padre”, observa. Pedro Vamonde ve la importancia de dar
continuidad al trabajo. “La cercanía con los misioneros nos ayudó a cambiar. La
Iglesia somos nosotros y necesitamos contribuir más para sostenerla”.
Los misioneros de la Consolata se
establecieron en Venezuela en 1971 con el P. Giovanni Vespertini, en la
diócesis de Trujillo. Con la llegada, en 1974, del P. Francesco Babbini y otros
misioneros, extendieron la presencia en la Arquidiócesis de Caracas. La
delegación IMC Venezuela fue creada en 1982. Las misioneros de la Consolata
también tienen tres comunidades en el país, en Caracas, Puerto Ayacucho y
Tencua.
Texto y fotos: Jaime
C. Patias, IMC, Consejero General para América
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