El lugar de la misión no es solamente “el sin fronteras”, los pueblos alejados geográficamente y totalmente descristianizados. Hoy la misión también cabe en nuestras propias fronteras, en nuestros territorios urbanos, en nuestros lugares de trabajo, en nuestros colegios y en nuestras mismas casas. Porque La misión es compartir con los demás lo que conocemos y vivimos de Jesús, especialmente con los que viven alejados de él o simplemente no lo conocen pues ni tienen relación personal con él, ni toman parte en las iniciativas de su Iglesia.
Así se han puesto
las cosas en el mundo presente, los no cristianos siguen siendo el objeto de la
evangelización. Ellos son cuatro mil millones de personas dispersos por todos
los pueblos de nuestro planeta y la continuidad de la misión que el Padre Dios
le encomendó a Jesús, se hace cada vez más urgente para la salvación del
planeta que agoniza y para el de la humanidad que todavía no logra ser familia.
El mensaje de Jesús que
nos ha llegado en estos dos milenios, nos presenta propuestas concretas para
dar respuesta a los problemas de la Tierra y a las distintas crisis de la
humanidad. El evangelio es prioridad y medicina para el mundo actual y para la
búsqueda de unidad y por eso la evangelización es la misión que tiene que
buscar lugares donde darse, donde convertirse en pastoral, en dinámica, en
proceso y en comunidad.
Los jóvenes están
entendiendo la voz del papa Francisco que llama y clama a la “salida”, a la
acción misionera que ponga a la Iglesia en estado permanente de misión por
dentro de su propia vida comunitaria y por fuera de ella, en sus relaciones con
otras culturas y con otras religiones. Una Iglesia en salida que ponga a sus
miembros a cruzar fronteras, a alcanzar a los otros, a mirar dimensiones
universales y dar de lo que tenemos.
Por eso el lugar de
la misión es dentro y fuera de nuestras comunidades, es por los caminos del
mundo, en las relaciones interculturales, en los hechos que buscan solidaridad
y Altermundialidad. Los lugares de la misión son tantos y tan abundantes que en
un conversatorio juvenil en Bucaramanga, con jóvenes discípulos misioneros de
varias partes de Colombia, alguien decía que el verdadero “lugar” de la misión
es el corazón. Porque es allí donde se viven los encuentros, donde se da la
escuela de Jesús y donde ha de ser plantado el evangelio.
La misión trasciende
los lugares físicos y logra el corazón. Allí anida, allí germina, allí florece.
Cuando se ampara del corazón del discípulo, la misión lo pone en camino por el
mundo, por las familias, por los territorios urbanos, por el lugar del pobre,
por el mundo virtual, por las relacionalidades culturales y humanas. Ella hace
que el corazón estrecho deje de tener horizontes reducidos y trascienda sus
necesidades apremiantes. Por eso la misión es universal, dinámica y
encantadora, hace vivir y soñar, cantar y celebrar… ¡porque está en el corazón¡
Publicado en la Revista Dimensión Misionera, n° 331, mayo-junio 2016, pp.36-37.
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